Lo primero que haré es reconocer que hace 20 años atrás muy seguramente mi reacción hubiera sido otra… Máxime cuando acabo de pasar una noche de perros donde logré conciliar apenas un par de horas de sueño . No pretendo dar ninguna clase de moral ni mucho menos… Solo se trata de que ahora entiendo un poco más el valor de la paciencia, de la calma. A mis hijos grandes les pido perdón por cada reacción desmesurada que tuve frente a ellos , por mi impaciencia , ignorancia e infinita estupidez . Hay momentos en los que nuestros hijos nos desobedecen, rompen una regla o desafían un límite, y sentimos cómo la rabia quiere tomar el control. Es humano. Pero es justo en ese instante cuando más debemos recordar que nuestras palabras son semillas. Una palabra dicha desde la ira , aunque pa nosotros se olvide rápido, queda sembrada para siempre en el subconsciente de un niño y se convertirá en un eco que se repetirá dentro de él en la adolescencia, en su adultez, en los momentos en que dude de sí mismo. Lo que para nosotros puede ser una explosión emocional pasajera —”¡Eres insoportable!”, “¡Siempre haces todo mal!” , “No sirves pa nada! “pareces loco “… para ellos puede ser una verdad que los marcará, que los definirá, que formará la voz interior con la que se hablarán el resto de sus vidas. Las palabras que reciben de quienes más ama, las convierte en convicciones sobre quién es y cuánto vale. Ojo pues , ojo pues… aprovechemos a estos maestros que nos confía Dios… son un tremendo regalo !!!